¿PARA QUIÉN SOY YO? (JMOV)

¿PARA QUIÉN SOY YO? ¿PARA QUÉ ESTOY AQUÍ?


Con qué buenas preguntas me he despertado hoy:
¿Para qué estoy aquí? y ¿para quién soy yo?
Son las dos preguntas que hacen de trampolín para llegar hasta Dios,
porque al hacérmelas tocan mi identidad y también el tema de mi filiación.
Ellas actúan como semillas y tocan nuestra mente y corazón para que nos demos cuenta de nuestra vocación,
pues la respuesta es como ese árbol con tanta raíz que no le perjudica ni el crudo invierno ni tampoco el verano con su excesivo calor.
Chaval o chavala, joven, adulto o persona mayor,
este es nuestro tiempo, el momento ideal para experimentar la verdadera filiación:
Creer y sentirnos hijos e hijas de Dios.
Esa es la clave para descubrir quién eres tú y quién soy yo y cuál es la razón y la finalidad de nuestra misión.
Antes de responder, tomemos un tiempo para la oración.
Te invito a hacerle estas dos preguntas a Jesucristo, al que Dios Padre resucitó:
¿Quién soy yo para ti, mi Señor?,
¿me quieres tal y como soy?.
Y, mientras dure tu tiempo de oración, pon toda tu atención en lo que vas a vivir en tu interior.
Déjate amar por Dios,
por la Santísima Trinidad que es tu creador, pues Él es un Dios – Familia que es comunión.
Luego, sí que podrás responder sin miedo y con un gozo inimaginable a la pregunta: ¿Para quién soy yo? y ¿cuál es en este mundo mi misión?.
Ánimo y adelante porque tu respuesta la está esperando Jesús nuestro Salvador.
Sor María Elena Hernández González
Plasencia 25-4-21

ALABEMOS A DIOS CON ALEGRÍA Y CON TODO CORAZÓN.

ALABEMOS A DIOS CON ALEGRÍA Y CON TODO EL CORAZÓN
Me pregunto: si cuando estamos enfadados, disgustados, enfermos o contrariados, ¿podemos alabar a Dios?;
¿Alabarlo con alegría y con todo el corazón?.
Creo que la mayoría de las veces la respuesta es: no,
porque vence nuestro orgulloso yo.
Nuestro yo que es herido por aquellos que no tienen razón,
y nos puede más lo negativo y el chaparrón que nos cayó.
En cierto modo es lógico y querríamos mantenernos así, (aunque ello no nos hace feliz), pero es cómodo, pues no nos supone un esfuerzo mayor.
Sin embargo, no nos damos cuenta que estamos endureciendo y envejeciendo, a pasos agigantados, nuestro apreciado corazón.
Hermanos, la verdad es que no nos cuidamos,
y nos dejamos machacar por lo que nos pasa y por lo que nos pasó,
quizás porque aún no somos del todo conscientes del daño que sufre nuestro interior.
¿Por qué y para qué quiero mantener esas heridas que me impiden mostrar quién verdaderamente soy?.
Ante este interrogante y al leer los Hechos de los Apóstoles he decidido hacerle caso a Dios:
Vivir alegre y con ilusión en medio de cualquier preocupación;
Dejar atrás las heridas y todo aquello que me las causó.
Porque estoy convencida que lo mejor es perdonar y ejercitar así este don,
ya que para hacer caso a Dios no necesito ni dinero ni un lugar especial ni un día determinado, sino el presente, el aquí y el ahora, es decir el hoy.
“Estemos alegres, aunque de momento tengamos que pasar pruebas diversas pues con nosotros está Dios”.
Sonriamos y permanezcamos alegres en medio del dolor,
así podemos hacer posible que toda nuestra mirada cambie y que también se sane nuestro mundo interior.
Por ello, ánimo y adelante. Demos gloria, honor y alabanzas a nuestro único Señor.
“Paz a vosotros” y “alegraos” son las palabras que el mismo Jesús Resucitado nos legó.
Por esto acojámoslas, haciéndolas vida a nuestro alrededor.
Sor María Elena Hernández González
Plasencia 11-4-21