EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

Cuando pienso en la palabra corazón pienso en el amor

y hay una mujer que ha sido y es puro corazón,

su nombre es María, la Madre de Dios,

Madre de ese Hijo Dios, ese Hombre que en las tierras de Galilea, Samaria y Judea caminó, jugó, sufrió y también con un mundo mejor soñó.

María, la del Inmaculado Corazón,

Inmaculado por gracia, pero también porque ella lo trabajó,

ya que Dios ni del esfuerzo ni del trabajo ni del sufrimiento la apartó.

Ella, la mujer dócil al Espíritu, la que superó las adversidades y muchas veces de rodillas en silencio lloró,

lloró por los pobres, por los que no tenían trabajo, por los esposos y por los niños que los acontecimientos arruinó.

Ella es la misma mujer que en aquella boda comió, bailó y a su Hijo Jesús suplicó.

A ti, Madre, que conoces el corazón de una madre ten de todos nosotros compasión.

Enséñanos a educar al niño  que se hace ya mayor,

ayúdanos enseñándonos a educarles en el respeto, la dignidad y, de manera especial, en el perdón.

Madre mía, me da tanto miedo el que cualquiera de nuestros niños se pueda convertir en un maltratador.

Me da tanta pena, porque nadie nace así. Me pregunto: ¿en qué momento el ser humano del bien se desvió?.

Respuesta: es posible que fueran los caprichos o el abandono o quizás la sobreprotección.

¿Será también que no les hemos enseñado a aceptar y a asumir lo importante que es cuando una persona dice: No?

A vosotros padres jóvenes, de mediana edad o ya bastante mayor,

os digo: no olvidéis nunca que, desde que un bebé nace, comienza su educación;

sed y sentiros padres y madres y haced que vuestros hijos e hijas  experimenten vuestro verdadero amor,

porque la identidad de hijos e hijas es lo que marca nuestro yo.

Por eso, que no les falte nunca el amor ni tampoco el aliento, vuestra cercanía ni, como algo imprescindible, la corrección.

Tengamos nuestras  miradas atentas para poder orientarles siempre a  que tomen una correcta decisión,

ya que cada ser humano en este mundo tenemos nuestra propia misión.

E insisto en ello, no por casualidad, sino porque ayer escuché que el fatídico desenlace de Tenerife se veía venir por los comportamientos del padre y su reacción.

Reacciones totalmente narcisistas, egoístas, de agresor y manipulador.

¡Cuánta venganza y odio! ¡qué horror!,

mientras que aparentemente en sus fotos parecía un normal campeón.

Por desgracia, no es el único en el mundo, como podemos escuchar hoy.

Querida Madre del Inmaculado Corazón,

ayúdanos a sanar todo tipo de heridas que hay en nuestro interior.

Pon tus manos amorosas en todas las personas que se sientan incapaces de perdonar por estar afectados por tan inmenso dolor,

dolor provocado por otras personas y situaciones que hicieron que ese día en sus corazones y en sus mentes la hora del reloj se grabó.

Madre buena, Madre nuestra, Madre misericordiosa llévanos a tu Inmaculado Corazón,

porque solo en estos momento tú eres nuestro consuelo y solución.

Madre del cielo, tú, más que nadie, conoces ese sufrimiento y ese dolor;

Míranos,  por favor, y escucha nuestra humilde oración,

pues confiamos en ti, Madre, confiamos en Vos.

Sor María Elena Hernández González

Plasencia 12-6-21

CORAZONES TOCADOS POR LOS HALLAZGOS

A Ti, Sagrado Corazón, te pido permiso.

Permiso para que esta poesía pueda llegar a todos los sitios,

pues hay muchísimas personas con la visión y el corazón heridos.

Heridos por los duros y cruentos hallazgos obtenidos.

Esta poesía va para vosotros guardias civiles, que estáis ahí manteniendo el tipo, mientras todos nosotros estamos desorientados, miedosos y perdidos,

también va por vosotros marinos, cuya constancia nos da consuelo y alivio,

especialmente cuando llega la noche donde parece que la oscuridad deja a nuestros seres queridos totalmente perdidos.

También la he escrito para vosotros los innumerables desconocidos, que nos socorréis cuando estamos hundidos,

las personas de a pié, vecinos los que muchas veces no sabemos ni que existís y, sin embargo, luego os consideramos parte de nosotros mismos.

Mi gratitud igualmente para todos los que buscáis y encontráis a nuestros seres queridos.

A vosotros, que estáis muy bien preparado profesionalmente, pero sed conscientes que nunca, ante estos impactos, estáis protegidos;

también para ti, que luchas por la vida y te encuentras con la muerte de tantos jóvenes, adultos, mayores y de niñas y niños,

a vosotros compañeros de camino,

que estáis tocados y profundamente heridos por el desenlace amargo que habéis tenido.

Le pido al Sagrado Corazón, que nos tiene a cada uno tatuados en su sino,

que el impacto que está grabado en vuestras miradas se convierta en luz y en fuego de alivio,

pido que vuestras pesadillas se transformen en nuevas pistas para que podáis salvar a todos los que están en peligro,

y que vuestros corazones heridos por la muerte, o por la búsqueda de cualquier desaparecido,

experimenten el calor y la sanación de quien es vuestro verdadero Amigo.

Sagrado Corazón de Jesús, que nada de lo malo se convierta en su enemigo,

sino en el reto que venció todo lo que estaba muerto, roto, hundido o perdido,

y todas estas personas que ayudan lleven siempre la Paz consigo.

Sor María Elena Hernández González

Plasencia 11-6-21

MANOS QUE CONSUELAN LO QUE ES INCONSOLABLE

¡Qué difícil resulta consolar el corazón de una madre!

Más que humanamente difícil lo considero casi imposible.

 Estoy escribiendo y no avanzo quizás porque he de decir que esta poesía tiene como autor al Espíritu Santo.

Porque: ¿Puede haber consuelo que no llegue de lo alto?,

¿puede una persona encontrar alivio cuando ha escuchado y se confirma que un amigo, un vecino o un familiar a sus hijos o hijas ha matado?

¿Puede haber bálsamo para una madre que unos minutos antes de la tremenda noticia había creído que sus hijas vivían y así lo había pronunciado?.

No hay palabras ni gestos que puedan calmar el dolor de estas atrocidades y de todos estos actos inhumanos.

Aunque los abrazos, el cariño, la cercanía y el amor de las personas que están cerca sí que son extremadamente necesarios,

pues ellos son el soporte para que en estos momentos ninguno se venga abajo.

¡Cuánta maldad, cuántas venganzas, odios, rencores y destrucción existen en ciertos seres humanos!

Y, por desgracia, son aquellos que están llenos de dulzura, de esperanza, de alegría, de fe, de vida  y de luz los que son atacados y profundamente golpeados.

Ojos verdes de esperanza, negros, marrones o azules y, corazones de sus hijas e hijos enamorados,

seres queridos que físicamente ya no podrán estar para ir con ellos hablando, riñendo, mirando o jugando.

Por favor, no dejéis de rezar, de suplicar gritando o en silencio, por lo bajo,

no dejéis de creer en la justicia y en todos los que defienden de verdad los valores y los derechos humanos,

no dejéis de creer en vosotros mismos y en los corazones buenos que tenéis ha vuestro lado,

porque en verdad os necesitamos.

Nuestro mundo está sediento de vosotros, mujeres y hombres sabias y sabios.

Y no me refiero tanto a sabios de conocimientos, sino a testimonios que han vencido al mal, a la muerte y al mismo pecado.

Personas libres, porque se han dejado consolar y amar por el único cuyas benditas manos y Corazón puede a este dolor inhumano sanarlo;

Él es, el Sagrado Corazón de Jesús, quien por nosotros fue crucificado y venció a la muerte  por obra del Padre y del Espíritu Santo.

Tenedlo en cuenta hombres y mujeres del presente, del futuro y del pasado,

por favor, es la súplica humilde que os lanzo:

Personas a quienes os han arrebatado lo más sagrado,

os necesitamos, ayudadnos,

porque, a través de vosotros, habrá otras muchas personas, sobre todo niños, adolescentes y  jóvenes que se pueden ir del mal recuperando.

Manos que consuelan lo inconsolable, gracias por estar ahí, por consolarnos y escucharnos.

Gracias, mi Dios, porque, aún sin saberlo o creerlo nos tienes siempre a tu lado.

Gracias a Ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo porque eres el único Dios en el que puedo todo confiarlo,

Corazón Sagrado y manos amorosas que pueden sanar lo imposible incluido lo inhumano.

Sor María Elena Hernández González

Plasencia 11 – 6- 21