MANOS QUE CONSUELAN LO QUE ES INCONSOLABLE

¡Qué difícil resulta consolar el corazón de una madre!

Más que humanamente difícil lo considero casi imposible.

 Estoy escribiendo y no avanzo quizás porque he de decir que esta poesía tiene como autor al Espíritu Santo.

Porque: ¿Puede haber consuelo que no llegue de lo alto?,

¿puede una persona encontrar alivio cuando ha escuchado y se confirma que un amigo, un vecino o un familiar a sus hijos o hijas ha matado?

¿Puede haber bálsamo para una madre que unos minutos antes de la tremenda noticia había creído que sus hijas vivían y así lo había pronunciado?.

No hay palabras ni gestos que puedan calmar el dolor de estas atrocidades y de todos estos actos inhumanos.

Aunque los abrazos, el cariño, la cercanía y el amor de las personas que están cerca sí que son extremadamente necesarios,

pues ellos son el soporte para que en estos momentos ninguno se venga abajo.

¡Cuánta maldad, cuántas venganzas, odios, rencores y destrucción existen en ciertos seres humanos!

Y, por desgracia, son aquellos que están llenos de dulzura, de esperanza, de alegría, de fe, de vida  y de luz los que son atacados y profundamente golpeados.

Ojos verdes de esperanza, negros, marrones o azules y, corazones de sus hijas e hijos enamorados,

seres queridos que físicamente ya no podrán estar para ir con ellos hablando, riñendo, mirando o jugando.

Por favor, no dejéis de rezar, de suplicar gritando o en silencio, por lo bajo,

no dejéis de creer en la justicia y en todos los que defienden de verdad los valores y los derechos humanos,

no dejéis de creer en vosotros mismos y en los corazones buenos que tenéis ha vuestro lado,

porque en verdad os necesitamos.

Nuestro mundo está sediento de vosotros, mujeres y hombres sabias y sabios.

Y no me refiero tanto a sabios de conocimientos, sino a testimonios que han vencido al mal, a la muerte y al mismo pecado.

Personas libres, porque se han dejado consolar y amar por el único cuyas benditas manos y Corazón puede a este dolor inhumano sanarlo;

Él es, el Sagrado Corazón de Jesús, quien por nosotros fue crucificado y venció a la muerte  por obra del Padre y del Espíritu Santo.

Tenedlo en cuenta hombres y mujeres del presente, del futuro y del pasado,

por favor, es la súplica humilde que os lanzo:

Personas a quienes os han arrebatado lo más sagrado,

os necesitamos, ayudadnos,

porque, a través de vosotros, habrá otras muchas personas, sobre todo niños, adolescentes y  jóvenes que se pueden ir del mal recuperando.

Manos que consuelan lo inconsolable, gracias por estar ahí, por consolarnos y escucharnos.

Gracias, mi Dios, porque, aún sin saberlo o creerlo nos tienes siempre a tu lado.

Gracias a Ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo porque eres el único Dios en el que puedo todo confiarlo,

Corazón Sagrado y manos amorosas que pueden sanar lo imposible incluido lo inhumano.

Sor María Elena Hernández González

Plasencia 11 – 6- 21

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