TODOS ESTAMOS BAJO UN MISMO SOL, BAJO UN MISMO DIOS.

TODOS ESTAMOS BAJO UN MISMO SOL, BAJO UN MISMO DIOS.
Todos los seres humanos disfrutamos de un mismo Sol,
da igual que estemos en el norte, en el sur, en el oeste o en el este, a la orilla del mar o en una barriada del interior.
Todos, sin excluir a nadie, recibimos los beneficios de su calor,
incluso por las noches, aunque parezca que de nosotros desapareció.
¡Cuántas características podemos aprender de nuestro Sol!
La primera es que no hace distinciones entre buenos o malos, entre niños, jóvenes o ancianos ni tampoco entre mujeres y hombres o entre enfermos y sanos.
La segunda es que llega a todos los rincones del mundo, tanto a los más altos como a los medianos o a los más bajos.
La tercera y no la última es que siempre nos aporta claridad, luz y calor,
y su principal misión es que todas las personas conozcamos su existencia y quien ha sido y es su Creador.
Él nos transmite, a su vez, que es una criatura que no está al alcance del ser humano y que nosotros, como tales, no podemos manipular su esencia, es decir lo más íntimo de su interior,
como tampoco lo podremos hacer con nuestro Dios.
No sé si todos somos conscientes y capaces de agradecer este magnífico don,
pues sin su presencia no existiríamos porque nos faltaría la energía y la vitamina que nos concede vivir porque nos da fuerza, voluntad y valor.
Tampoco sé si somos conscientes que cuando decidimos apartarnos totalmente y por largas temporadas del sol,
nuestra existencia se va a pique y muere nuestro ser, nuestro yo.
No hay vida en nuestro interior y todo lo que realizamos lo convertimos en guerra, en muerte y destrucción.
Como por desgracia en muchos países está pasando hoy.
Recordemos que todos estamos bajo la presencia y la gracia de un mismo Dios y de un mismo Sol.
Tengamos, pues, cuidado con nuestras acciones, trabajos, intenciones y misión,
porque todo nos pasa factura: bien positiva si somos constructores y cuidadores de un mundo mejor,
o negativa si el poder se convierte en destructor.
Nosotros somos personas que vivimos bajo el cuidado y la protección del mismo Dios. De aquí, por favor, que no cambies tu felicidad, tu libertad y la de tus seres queridos por el odio, la guerra, la fama y la ambición.
Que el precio de nuestros actos sea siempre lograr frutos de bendición.
Sor María Elena Hernández González
Plasencia 20-3-22

NO HAY CAÑONES NI TANQUES QUE APAGUEN LA ESPERANZA DE LOS UCRANIANOS

NO HAY CAÑONES NI TANQUES QUE APAGUEN LA ESPERANZA DE LOS UCRANIANOS.
El mal se nos ha presentado con bombas, minas y cañones a nuestro pueblo ucraniano,
y nuestras casas, guarderías, puestos de trabajo, cuarteles y centros de salud nos han derribado pensando que así podrán ganarnos,
pero lo que no saben el gobernante de Rusia y sus compañeros es que somos auténticos soldados.
Ellos tampoco saben que tenemos una herencia y ésta es la fe de nuestros padres en la experiencia de la libertad y en la dignidad del ser humano,
testamento que en nuestros huesos con hilo de oro está grabado,
y, aunque en estos momentos tengamos que huir o estemos escondidos en cualquier subterráneo,
no podrán apagar nuestras vidas ni tampoco borrar el mensaje de esperanza de nuestros labios.
Por favor, Familias rusas, ¿dónde están vuestros hijos e hijas que vienen a nosotros armados?.
Llamadlos a vuestro lado.
Familias del país de al lado, vuestros hijos e hijas nos están acorralando y pretenden asfixiarnos;
por favor, llamadlos porque luego vuestro dolor nadie podrá consolarlo.
En este mundo hay lugar para todas las naciones, países, pueblos e incluso pequeños barrios,
ya que nunca una guerra merece la pena, pero menos aún cuando se destruye totalmente a los seres humanos.
Por eso queremos deciros al país de al lado que nuestros abuelos, mujeres, hombres, adolescentes y niños están asustados,
y que el miedo recorre nuestras calles, nuestras fuentes y aguas, nuestras casas, fábricas y también cada árbol,
pero que jamás apagaran nuestra fe y la esperanza en Dios, en la familia, en la libertad y en todas las personas que nos estáis ayudando.
No dejaremos de luchar por el país que amamos,
ni de estar eternamente agradecidos a todos por cada gesto solidario que nos habéis enviado.
Por eso, si antes éramos un país, ahora nos sabemos universales porque nos acogen vuestros corazones como también vuestros brazos.
Creemos en ese Dios, en ese Sol que siempre está ahí, a pesar de que muchas veces nosotros no lo veamos,
debido a las bombas, los tanques y cañones que han decidido ocultárnoslo.
Que el Dios de la Paz y nuestra Señora de Czestochowa nos sigan bendiciendo y consuelen el dolor de tantas familias, madres y padres, amigos, hijos y hermanos,
manteniendo también la fe y la esperanza del pueblo ucraniano.
Sor María Elena Hernández González
Plasencia 15-3-22

NO A LA GUERRA, AMIGOS, NO A LA GUERRA, VECINOS

NO A LA GUERRA, AMIGOS, NO A LA GUERRA, VECINOS
En una guerra nadie gana, porque en ambos bandos hay heridos.
Osea: Soldados que dan la aunque son enemigos, los cuales son los vecinos,
y también están los soldados defensores que se llaman amigos.
Por tanto, hombres y mujeres que, bajo un mismo sol defienden sus raíces, su lugar de nacimiento o de su destino,
que defienden su patria y sus seres queridos.
Civiles muertos o fragmentados y mujeres y niños situados en subterráneos escondidos.
Y en el ambiente solo se respira dolor, sufrimiento, tristeza y gemido.
Por eso digo: Que pare ya tu cañón, vecino, que paren ya tus bombas y sus sonidos,
que por el día haya paz y puedan salir a jugar en los parques y en las plazas nuestros niños,
y que por las noches no se vean tus luces de fuego tapando las estrellas que nos dan sentido.
Que tus manos se detengan, soldados, porque en tu país también sufren por ti tu madre, tu esposa o esposo, tus hijas y tus hijos.
Detén tus manos, por favor, vecino, pues tu familia tampoco soporta tu ausencia y la posibilidad de que no estés vivo.
Por esto, repito, que se paralicen vuestros tanques y se conviertan exclusivamente en un refugio para todos aquellos que sienten frío.
Por favor, vecino, más guerra no, ya no más niñas y niños huérfanos y faltos de cariño,
ya no más familias vecinas con lágrimas, con llantos, destruidas y con gritos de gemidos,
ya no más familias amigas sin agua ni alimentos ni medicamentos o sin un hogar de cobijo.
Por ello, que tu mano se detenga y en tu mente cesen la ambición, el mal y el equivocado poderío,
porque poder es servir al bien de todos los que te han elegido;
poder es construir y respetar la diversidad de aquellos que se ganan el pan, haciendo un país digno.
No más guerras ni muertes ni tampoco corrupción ni odios a presuntos enemigos.
No más violencias injustas ni hogares destruidos.
Señor del ser humano, que pones tu mano sobre cada uno de tus pueblos, naciones, barrios, países… elegidos:
Rusia, Ucrania, Polonia, España… y también el Reino Unido.
Pon tus manos, Señor, sobre las mentes de los gobernantes y de quienes han interpretado mal su poder y su servicio.
Y ayúdales a sentir tu presencia ante tanta injusticia y existencial vacío.
Señor, sana nuestros corazones heridos por el miedo, la soledad, el horror y las consecuencias de las guerras. Sana también los corazones frustrados en su verdadera dignidad y sentido,
y que tu amor providente nos conceda la fe, la esperanza, la paz y la libertad que Tú, Señor, siempre nos has concedido.
No más guerras, por favor, vecinos, no más guerras, queridos amigos, pues os esperan con dolor vuestros seres más queridos.
Sor María Elena Hernández González
Plasencia 12 – 3 – 22