NO A LA GUERRA, AMIGOS, NO A LA GUERRA, VECINOS

NO A LA GUERRA, AMIGOS, NO A LA GUERRA, VECINOS
En una guerra nadie gana, porque en ambos bandos hay heridos.
Osea: Soldados que dan la aunque son enemigos, los cuales son los vecinos,
y también están los soldados defensores que se llaman amigos.
Por tanto, hombres y mujeres que, bajo un mismo sol defienden sus raíces, su lugar de nacimiento o de su destino,
que defienden su patria y sus seres queridos.
Civiles muertos o fragmentados y mujeres y niños situados en subterráneos escondidos.
Y en el ambiente solo se respira dolor, sufrimiento, tristeza y gemido.
Por eso digo: Que pare ya tu cañón, vecino, que paren ya tus bombas y sus sonidos,
que por el día haya paz y puedan salir a jugar en los parques y en las plazas nuestros niños,
y que por las noches no se vean tus luces de fuego tapando las estrellas que nos dan sentido.
Que tus manos se detengan, soldados, porque en tu país también sufren por ti tu madre, tu esposa o esposo, tus hijas y tus hijos.
Detén tus manos, por favor, vecino, pues tu familia tampoco soporta tu ausencia y la posibilidad de que no estés vivo.
Por esto, repito, que se paralicen vuestros tanques y se conviertan exclusivamente en un refugio para todos aquellos que sienten frío.
Por favor, vecino, más guerra no, ya no más niñas y niños huérfanos y faltos de cariño,
ya no más familias vecinas con lágrimas, con llantos, destruidas y con gritos de gemidos,
ya no más familias amigas sin agua ni alimentos ni medicamentos o sin un hogar de cobijo.
Por ello, que tu mano se detenga y en tu mente cesen la ambición, el mal y el equivocado poderío,
porque poder es servir al bien de todos los que te han elegido;
poder es construir y respetar la diversidad de aquellos que se ganan el pan, haciendo un país digno.
No más guerras ni muertes ni tampoco corrupción ni odios a presuntos enemigos.
No más violencias injustas ni hogares destruidos.
Señor del ser humano, que pones tu mano sobre cada uno de tus pueblos, naciones, barrios, países… elegidos:
Rusia, Ucrania, Polonia, España… y también el Reino Unido.
Pon tus manos, Señor, sobre las mentes de los gobernantes y de quienes han interpretado mal su poder y su servicio.
Y ayúdales a sentir tu presencia ante tanta injusticia y existencial vacío.
Señor, sana nuestros corazones heridos por el miedo, la soledad, el horror y las consecuencias de las guerras. Sana también los corazones frustrados en su verdadera dignidad y sentido,
y que tu amor providente nos conceda la fe, la esperanza, la paz y la libertad que Tú, Señor, siempre nos has concedido.
No más guerras, por favor, vecinos, no más guerras, queridos amigos, pues os esperan con dolor vuestros seres más queridos.
Sor María Elena Hernández González
Plasencia 12 – 3 – 22