EL DIOS QUE SE CONECTA EN NUESTRO DESTINO

EL DIOS QUE SE CONECTA EN NUESTRO DESTINO


A lo largo del día solemos escuchar muchas voces que se nos presentan en ocasiones, como guía.
Entre ellas están: las voces de las emisoras de radio y las televisivas,
que a veces nos aportan información y desinformación a la vez, al igual que consejos y críticas.
Tenemos, a la par, y no son menos atrayentes las voces de las pandillas,
las voces de comercios y de tantas compañías cuya finalidad es materializar nuestras vidas.
Tampoco hemos de olvidar las voces de los estafadores que con tanta frecuencia timan.
Destaco también, como voces importantes, la de las familias, las de nuestros compañeros de trabajo y de misión, superiores, amigos y la voz de los vecinos y vecinas,
así cómo los gritos de nuestra naturaleza que se quejan, lamentan y chirrían.
Y, ¿qué decir sobre las voces de los políticos y de las mujeres dedicadas a la política?.
¡Cuántas voces oímos o escuchamos, a lo largo de todos los días!
sin caer en la cuenta de cómo nos influyen ni en cuáles estamos sumergidas.
¡Qué difícil lo tiene nuestro Dios o mejor dicho, qué difícil lo tenemos nosotros las personas para escuchar la voz del verdadero guía!
Sin embargo, no olvidemos que Dios es muy listo, muy listo, muy constante y también, si cabe la expresión, muy cansino.
Pero un cansino delicado, un tanto incómodo a veces, pero siempre persuasivo.
Y es porque él es un Dios que no se cansa jamás de perseguir su objetivo.
Ese objetivo, que eres tú y soy yo, en realidad somos todos los seres humanos, es decir sus hijas e hijos.
Y es que Dios no está dispuesto a perdernos entre tantas voces, gritos, sonidos y ruidos.
No lo olvidemos, él es el Buen Pastor, el que se conecta a través de cualquier medio de comunicación, circunstancia, momento y destino.
Él es el Dios que, si nos ve mal, cambia nuestra emisora, nuestro juego, viaje, trabajo, debilidad e incluso nuestro capricho.
Porque su voz está siempre en su Palabra, Palabra que podemos escuchar en las Iglesias, o leerla en nuestra habitación, o en un lugar público o escondido.
Su voz o sus gestos los podemos encontrar en un pobre, en un adolescente, en un enfermo y también a través de cualquier niño.
Nos puede aparecer en esa música que escuchamos cada día, en la película que alguien nos sugiere o por las calles cuando vamos de compras o haciendo otro recorrido.
Y ahora quizás te preguntarás: ¿En medio de tantas voces sabré distinguir la voz del Dios que se conecta conmigo?.
Respondo: Te aseguro que sí, y sabrás que es Él, porque será la voz que te dé plenamente sentido.
Es la voz que llenará tu corazón y cambiará para bien el rumbo de tu destino.
Porque su voz nos llena de búsqueda, de inquietud, de vida, y de tender nuestras manos a quienes encontremos necesitados a lo largo de nuestro camino.
Él es el Dios de la Paz, el Dios que nos llena de confianza y de fe, a pesar de todas las adversidades, dificultades, tropiezos, retos, caídas que se nos plantean en nuestro sino.
Él es el Buen Pastor, el Dios que se quiere conectar contigo y conmigo.
Escuchemos su voz y sigamos su mismo Camino.
Ánimo y Adelante, porque Dios es nuestro comienzo y también nuestro fin y paraíso.


Sor María Elena Hernández González.
Plasencia 30-4-23

NO SOMOS LOS RIVALES DE DIOS, SINO SI OBRA MAESTRA.

NO SOMOS LOS RIVALES DE DIOS, SINO SU OBRA MAESTRA

Podemos echar una mirada a nuestro alrededor y ver ¡Cuánta inteligencia el hombre ha manifestado y hoy manifiesta!

¡Cuánta belleza es capaz de expresar a otras personas que le rodean!

¡Cuánto bien puede llevar a cabo con el material que le ofrece nuestra naturaleza!

Y que todo ello ha sido y es posible por su voluntad, la que ha tenido y la que a partir de ahora tenga.

Si acudimos al comienzo de la creación, contando también con el ser humano, lo que entonces existía eran: la armonía, la bondad, la relación y la belleza.

Así, el mismo relato bíblico lo expresa.

Dios ha comprobado que todas las cosas eran buenas.

Pero, con el paso del tiempo, las cosas han cambiado y esa mirada divina hombres y mujeres no la consideran.

El hombre piensa en negativo, en rivalidad, con egoísmo y estima a Dios su enemigo y, por tanto, todo de ese modo lo estropea.

Y lo estropea con armas nucleares, con guerras y con tantas epidemias, saltándose así las reglas sagradas de la naturaleza.

Y la pena es que hoy aún esa mentalidad persiste, pues se palpa y se respira, y nuestra mente ciega.

Y me pregunto: si hoy día del trabajador, día de San José Obrero, ¿nos puede llegar una noticia esperanzadora y nueva?

Creo que sí, porque en nuestro mundo hay muchísima gente trabajadora, honrada, honesta, generosa y buena.

Te invito a que conmigo lo veas:

Porque hoy, día del trabajador y de la buena escuela,

del trabajo decente, de las construcciones bien hechas.

Día donde los artistas son capaces de plasmar su obra a través de una simple piedra,

o de un lienzo en blanco o también de un trocito de madera.

Día en que los músicos se miran hacia dentro y, por medio de un instrumento, nos transmiten la melodía que llevan,

donde los libros hacen historia porque a nuevos lugares, sueños y metas nos trascienden y llevan.

Día en que las familias se reúnen para forjar la unidad y el amor, como su obra primordial y maestra.

¡Cuántos artistas hoy nos rodean!

Los niños que lloran evitando en los adultos posibles peleas,

manos que acarician sosteniendo la esperanza de tantas personas enfermas,

llamadas telefónicas que acortan distancias de encuentros que aún se esperan.

Y, en medio de todo esto, están los hombres y las mujeres que rezan.

Y rezan por la paz para que se terminen las guerras,

guerras externas y también las internas,

rezan para que se alce la voz de los niños inocentes, de las personas injustamente tratadas, de todas aquellas que, humilladas y maltratadas, se callan y no protestan.

Rezan para que surjan hombres y mujeres con vocación de profetas,

y llenen nuestro mundo de la Buena Nueva,

porque Dios no es el rival del ser humano, sino el Padre Bueno que nos protege, nos educa, nos corrige, ama y, por supuesto, nos recrea y así nos enseña.

Sor María Elena Hernández González

Plasencia 1-5 23