EL DIOS QUE SALE AL ENCUENTRO ES ASÍ MISMO EL DIOS DE NUESTRA REDENCIÓN

EL DIOS QUE SALE AL ENCUENTRO ES ASÍ MISMO EL DIOS DE NUESTRA REDENCIÓN.

¡Qué alegría es saber que siempre hay Alguien que nos sale al encuentro!

Porque eso quiere decir que se preocupa de nuestras alegrías y también de nuestros sufrimientos.

Salir al encuentro sí, cuando nuestra carga nos deja casi sin aliento,

y cuando nuestros problemas superan cada uno de nuestros razonamientos,

pero en especial, ¡qué bien! que viene hacia nosotros cuando no la atisbamos la solución o cuando la vemos demasiado lejos.

Ante estos acontecimientos, no cabe otra respuesta que llenarse de gozo y de esperanza, ya que la Persona, y me refiero a la Persona con mayúscula nos acompaña de nuevo.

Gracias, Señor, porque, al mirarte a ti, haces que nuestras quejosas historias se las lleve el viento.

 Sánanos, mi Dios, del egoísmo que nos sale de dentro,

de la mirada que se dirige solo hacia el suelo,

de las manos que se cierran sin entregar buenos gestos.

Sánanos, mi Dios, de los pasos en falso que no traen nada bueno,

y de todo aquello que no constituye tu voluntad ni tampoco tu sueño,

pues solo Tú eres el Dios que sale a nuestro encuentro.

El Padre bueno, que siempre, pase lo que pase nos abraza, nos bendice y nos redime por fuera y por dentro.

Gracias, Señor, pues en nuestro mundo también hay padres y madres que siguen tu ejemplo.

Bendíceles siempre con tu amor eterno.

 Sor María Elena Hernández González (HMMI)

Plasencia 18-11-23

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